Como suele ocurrir con todo en la vida, el hecho de
tejer es para mí una fuente inagotable de enseñanzas. Y no me refiero sólo a las técnicas, a los
procedimientos concretos, etc. sino a ciertos pensamientos que van surgiendo,
también, del propio voltear de las agujas y los hilos en esa mágica danza
creativa, guiados por unas manos y una mente en el acto de tejer.
Uno de estos pensamientos es
sobre la DISCIPLINA. En algún momento ya
he dicho cuán reacia soy a este concepto…
Y sin embargo, resulta casi, casi ineludible, quieras o no.
Cualquier objeto (y persona,
y situación…) tiene una estructura específica, está formado por determinados elementos
dispuestos de una manera que le es propia y distintiva. Pueden cambiar ciertos aspectos, ciertos
componentes, pero los que llamamos elementos esenciales permanecen.
Y aunque las formas, colores, etc. sean los mismos o cambien su aspecto externo,
siempre podremos reconocer (en principio) si se trata de un BOLSO o de un COJÍN.
Obvio.

En caso contrario, gurruño
seguro (bordes desiguales, nudos y defectos varios a la vista, etc.)

Tenerla en cuenta y obrar en consecuencia.
Y desde luego,lo que nunca falla, AMARLA.
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